POESÍA 


A SOLAS


¡Mi corazón rebosa de armonía!

Nadie sabe el aroma y la pureza

De esta olvidada flor que noche y día

De su rincón perfuma la maleza.

¡Ah! Solo tú conoces, madre mía,

El tesoro de amor y de nobleza

Que con la amarga hiel de las congojas

Dios puso un día entre sus blancas hojas.


¿Por qué esta sed de amores y ternura?

Por qué estos sueños de placer y calma?

¿Por qué al mirar la ajena desventura

Siento oprimida de dolor el alma?

¿Por qué cuando contemplo la hermosura

Pienso verla ceñida con la palma

De juventud, de amor y de consuelo

Cómo estarán las vírgenes del cielo?


¿Por qué este vago, misterioso arrullo

Con que viene a adormirme la esperanza,

Como de agua y de hojas el murmullo

Que allá a lo lejos el viajero alcanza?

¿Por qué al ver de los grandes el orgullo

Ambicioso mi espíritu se lanza

Y hacer cenizas a mis plantas quiere

La mano vil que al desvalido hiere?


¡Oh! ¿por qué siento el corazón, Dios mío,

Tan lleno de ternura y de pesares

Si ya no tienen sobre el mundo impío

¡Ay! ni el amor ni el infortunio altares?

El cielo tiene luz, la flor rocío,

Y hasta las olas de los turbios mares

Visten de espumas el azul salobre…

Yo solo tengo lágrimas… ¡Soy pobre!


Para encantar mi juventud no anhelo

Sino un poco de paz y melodía,

De un noble amor el esmaltado cielo

Y el cielo azul de la conciencia mía;

Tener para el que sufre algún consuelo,

Dejar que lleve una limosna el día,

Y si lo quieres, voluntad sagrada,

Nunca me des sobre la tierra nada.


¡Pero tengo una madre! Para ella

Quiero glorias, grandezas y ventura.

¡Ay! ¡ha nacido tan sensible y bella

Tan llena de piedad y de dulzura!


Del firmamento la mejor estrella,

De tus santas auroras la más pura,

Y hasta del mismo Edén el primer día

Por mi madre, Señor, no tocaría.


Blanca azucena, lánguida y hermosa

Que en estéril llanura solitaria

Exhala de su cáliz amorosa

La esencia de una angélica plegaria;

Miró brotar en tarde nebulosa

De nuevos tallos muchedumbre varia,

Llenas las tiernas hojas de rocío

Para agostarse al fuego del estío


Y el ángel de las tumbas centinela

Le arrancó sus dos vástagos más bellos…

¡Madre! ¡cuando el dolor te desconsuela

Lloras también de no llorar con ellos!

¡Tu corazón que acongojado vela

Está lleno de lágrimas! Destellos

De placer y de dicha ya no alcanza…

¡Quién te dará aunque mienta una esperanza!


Y yo, siempre sediento de hermosura

Y ávido de pureza y melodía,

Pido luz a mi estrella y la hallo obscura;

Pido fuego a mi vida y la hallo fría.

Cuando tu labio trémulo murmura

Palabras de fatal melancolía;

Y sobre mí te inclinas y sollozas

Y el corazón y el alma me destrozas…


Cuando en la noche, al resplandor incierto

Que en nuestro pobre hogar pálido brilla,

Por la zozobra de tus días vierto

Lágrimas que me abrasan la mejilla,

Y hallo también tu corazón despierto

Y en la tierra posada tu rodilla,

Y en la imagen de Dios los ojos fijos

Oras en baja voz junto a tus hijos…


¡Oh! la hiel del dolor me irrita,

Hierve sangre de fuego entre mis venas;

Veo en la vida para mí maldita

Horas surgir de pesadumbre llenas.

¿Por qué, Dios mío, el corazón palpita

Y al infierno en que yace le encadenas,

Si en él pusiste por mi mal, más fuerte

La de la virtud que de la muerte?




INDIFERENCIA


No importa que agitado torbellino

Me arrastre por el camino de la vida,

Como hoja por los aires impelida

Vaga por el espacio sin camino.


Yo voy donde me lleva mi destino;

Y el alma de la tierra desprendida,

Sabe que la existencia fue medida

Por los decretos de un poder divino.


¿A qué gemir por el dolor presente,

Temblar por los dolores de mañana,

Ni recordar llorando nuestra historia,

Si el bien y el mal, la espuma y la corriente,

Juntos se alejan en carrera vana

Y ni uno ni otro han de dejar memoria?


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